febrero 10, 2022

Diario de una musa: Tasha Tudor

Por Ana Ángeles Andrés Greciano
Diario de una musa: Tasha Tudor

¿Cómo es dedicarse a una pasión tan dorada como el arte ingenuo? No más increíble que lograr vivir dentro de los cuentos que has creado con tus propias manos, crear tu propio mundo dorado donde a pesar de los horrores que existen en el presente del que formas parte, puedes amar todo lo que te rodea y al final de cada jornada sentarte en tu sofá predilecto, suspirar y exclamar lo hermoso que es el mundo.

Quiero iniciar este párrafo describiendo las exhaustivas ganas de vivir de Tasha Tudor; su amor por la vida era tan profundo que definió todo un modo de ser y logró conmover a una multitud completa durante años que se han arrastrado hasta la actualidad. 

El 28 de agosto de 1915 nació Starling Burgess, nombrada Starling en honor a su padre W. Starling Burgess, un arquitecto naval de renombre. Tiempo después, esta niña fue bautizada como Natasha, acortado a Tasha, debido al personaje homónimo del libro Guerra y Paz de León Tolstói, del cual su padre era gran admirador. 

En su infancia era presentada ante los amigos de su madre Rosamund Tudor, una destacada retratista, como Tasha, la hija de Rosamund Tudor. Por lo cual los mismos pensaban que su apellido era Tudor y no Burguess, a ella le gustó la sonoridad de la combinación, lo cual la llevó a adoptar el nombre y con el transcurrir del tiempo (después de su segundo divorcio) cambió su apellido legalmente a Tasha Tudor. 

Después de que sus padres se divorciaran, Tasha se mudó de Boston, su ciudad natal, a Redding, Conetica, con una pareja de amigos de su madre, debido a que esta decidió centrarse en su carrera como artista en Greenwich Village, New York, y no creyó que esta ciudad fuera un ambiente adecuado para una niña tan joven.

En esos tiempos en los cuales vivió alejada de su madre, desarrolló amor hacia los libros y el teatro. Desde muy joven Tasha tenía una profunda afición por la jardinería y adoraba los objetos antiguos que la casa de su abuela albergaba. 

En 1930 se reunió de nuevo con su madre, viviendo ambas en una granja en Redding. Rosamund Tudor continuó con su pasión por los retratos, mientras que a su vez tenía una tienda de antigüedades y gerenciaba una tienda de té en el sótano de la casa. Una Tasha Tudor de quince años pasaba sus días ayudando gratamente a su madre en la tienda de antigüedades y con los deberes de la granja.

A los 23 años, en 1938, se casó con Thomas McCready, quien sería el padre de sus cuatro hijos, y publicó su primer cuento; Pumpkin Moonshine. Junto con él compró una granja antigua en Webster, New Hampshire, esta granja tenía una construcción de diecisiete habitaciones y necesitaba de grandes reformas que fueron posibles gracias al éxito de su libro Mother Goose, publicado en 1944. Lo que finalmente convirtió esa construcción de más de doscientos años en un sueño donde crió a sus cuatro hijos.

En esa granja Tasha regentó Ginger and Pickles Store, una tienda de pasteles caseros y encurtidos, llena de libros y postales que ella elaboraba. Además, publicaba dos libros por año, y se encargaba de las tareas de la granja, reservando aun así tiempo para sus aficiones como tejer o crear artesanías.

El nombre de Tasha Tudor empezó a resonar por todo el mundo no únicamente por sus obras, sino por su peculiar vida que muchos consideraban excéntrica, ya que era como una isla nostálgica sobre la cual de un modo u otro el tiempo no ejercía poder alguno. Era una mujer trabajadora que vivía en una enorme granja sin electricidad, vestía con ropajes propios del siglo XIX (para ser exactos de 1800-1842) debido a que en esa época se basaba su vida. 

Fue considerada como aquello que preservaba las tradiciones que quedaron olvidadas en el pasado, en sus cuentos, en sus ilustraciones y en su estilo de vida. De esta forma crió a sus hijos, dentro de una burbuja donde vivían una vida autosuficiente de hace más de cien años donde ella sembraba, tejía, hilaba, cultivaba, reflejando toda su pasión en su día a día, como la sombra de sus manos cerniéndose sobre un fondo en blanco, como una minuciosa acuarela donde una niña juega entre la nieve. 

Después del fracaso de su segundo matrimonio y el éxito de Corgiville Fair, publicado en 1971, se mudó a una granja más pequeña en Vermont que uno de sus hijos construyó para ella, sin electricidad, pero con mucha luz, llevando consigo su colección de vestidos victorianos y su pasión por la jardinería. 

El estilo de vida de Tasha es de gran inspiración para muchas personas, sus cuentos llenos de animales parlantes y guirnaldas se han hecho un espacio en la historia. La simplicidad de una chica de Boston que impactó a todo el mundo, casi haciendo parecer que fue capaz de detener el tiempo, dedicándose diariamente a su familia, al jardín que coloreaba sus pupilas, y a hacer con total concentración aquello que realmente amaba hacer sin preocupaciones que le arrebataran sus buenos momentos. 

Y así vivió hasta el último de sus días, haciendo todo lo que siempre soñó con sus propias manos, vivió noventa y dos largas primaveras. La mayoría de los retratos que podemos encontrar de ella son de sus últimos años, con su delantal a cuadros y descalza en el jardín, llevando la mirada de alguien que carga con la paz que solo se obtiene cuando se ha disfrutado cada segundo de la vida. Es idílica como aquella frase que declara que mientras más envejecemos, más nos acercamos a la gloria que la juventud promete. 

Érase una vez una mujer que amaba la Navidad y San Valentín… 

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