Reflexión: Desacelerando la vida

Todo en nuestra vida aparentemente baila alrededor del tiempo, una medida que según parece no existe, sin embargo, siendo inmutable, consigue más que solo “ser”, a pesar de ser eso lo único que hace. El tiempo solo existe, sin la necesidad de que nosotras lo nombremos, es intocable y eso nos abruma, como sociedad siempre lo ha hecho debido al efecto que tiene sobre nosotras.
Pasamos demasiado tiempo de nuestra vida pensando qué haremos con nuestro tiempo o en su defecto, haciendo todo lo posible por darle el mejor “provecho” a través de una sobreexplotación de nosotras mismas. Pero, ¿siempre ha sido así? Es probable, por no decir que es un hecho, sin embargo no siempre tuvimos las herramientas que actualmente tenemos.
“Slow living”, “vida desacelerada” o “vida lenta”, se desarrolló a partir del “slow food” nacido en Italia en la década de los ochenta. Este movimiento se trata de enfatizar las técnicas tradicionales de producción de comida, alejándose (dentro de lo posible) del estilo de vida industrial y materialista.
El slow living tiene sus bases en ciertos aspectos de la vida, guiándose hacia lo sostenible, orgánico, consumo de cosas locales y de fácil acceso, técnicamente en aquello que nos ayuda a alejarnos del materialismo y de una vida industrializada, siendo respetuosas con todo lo que nos rodea. Sin embargo, el concepto no solo se limita a eso, llevar una vida desacelerada también se trata de reorganizar nuestras prioridades, llevando ese mismo concepto de respeto hacia nosotras mismas.
Actualmente, tenemos cada vez más herramientas para nuestro día a día, nos permiten conectarnos y han demostrado ser muy útiles, una necesidad realmente. Aunque cada día las distracciones se multiplican, más puertas están abiertas y el estrés aumenta en la población.
Trasladémonos a una situación donde hay que decidir qué desayunaremos según las recetas que nos han enseñado en nuestro hogar, después lo mismo, pero considerando las opciones que puede ofrecer toda la ciudad, ahora imagina si fuera mundialmente. Son demasiadas opciones, mucha información y no podremos escoger para la hora del desayuno de hoy ni el de mañana, pues esto mismo sucede con nuestras vidas.
Tenemos acceso a muchos estilos de vida, todos resplandecen ante nuestra mirada, pero no significa que realmente sean para nosotras. ¿No sería mejor ser selectivas con aquello que dejaremos entrar a nuestras vidas? Vivimos acelerando el coche para llegar a ningún lugar, y parece que de todos modos siempre es tarde porque estamos ahogadas en el tiempo, queremos más, pero en realidad necesitamos menos.
Desacelerar significa reflexionar verdaderamente acerca de lo que consumimos, no solo materialmente, sino aquello que nos enriquece desde dentro y tiene la capacidad de modificar nuestros pensamientos; vivir una vida más lenta significa utilizar nuestros minutos de manera consciente, aunque nos tome tiempo decidir qué haremos o no. Hacemos tantas cosas que no llegamos a disfrutar ninguna y estamos siempre corriendo para conquistar cuanto antes una vida que no es realmente nuestra.
La libertad, en conceptos básicos, es el libre albedrío. La capacidad de decidir sobre nuestros instintos, reflexionar y razonar, cuando somos bombardeadas por información y no podemos procesarla correctamente, perdemos la libertad, es como caer en un río de aguas turbias y corrientes bravas, sin estar realmente conscientes, ¿o sí?
Una vida desacelerada también implica acercarse a las cosas que nos vieron nacer y que en un inicio nos otorgaron la vida; a lo tradicional, cotidiano, lo que huele a hogar y sin necesidad de cerrar los ojos nos lleva de la mano hacia nuestra infancia. Acercarnos a las personas que amamos.
Creemos que los buenos recuerdos provienen de lo extraordinario, pero no, provienen realmente de lo ordinario. Casi todos tenemos un recuerdo que nunca podremos borrar de nuestra mente y es maravilloso, y sucedió un día común de febrero.
Cuando llevas un modo de vida desacelerado tienes tiempo para dedicarte a esas pequeñas cosas, respirarlas y sentir que realmente las has vivido. Puede ser abrumador, debido a que decidir desacelerar es enfrentarte a tomar decisiones activas referente a lo que deseas, y muchas veces no sabemos qué deseamos, pero esa parte también figura dentro del proceso de crecimiento.
Dar prioridad a las cosas que realmente quieres y sentir que te puedes equivocar es un riesgo, pero compensa y con el tiempo seremos más sabias, nuestras prioridades y expectativas probablemente cambiarán. Sin embargo, cada decisión que hayamos tomado se sentirá completamente auténtica sin importar cuantas veces las revaluemos. Slow living es tomar decisiones deliberadas que nos acercan más a la vida que queremos vivir.
A menudo soñamos que nuestra vida —así vivamos todos los años que un humano saludable pueda vivir— no nos alcanza, no tenemos suficiente tiempo para hacer todo lo que quisiéramos y eso nos hace sentir ansiosas.
Sentimos que si intentamos hacer a toda costa todo aquello que creemos queremos hacer, realmente no lo disfrutaremos, y terminaremos comprometiendo nuestra salud mental porque no sabemos dividir nuestro tiempo y ahora la vida se ha hecho corta.
Todos hemos escuchado alguna vez “a veces menos es más”. Cuando desaceleras la vida, te detienes a respirar y te das cuenta realmente donde estás, esa frase tiene más sentido, y como un aviso llega a ti la noticia de que tienes la oportunidad de vivir una vida bien vivida y completamente tuya.
Ana hermosas tus palabras y reflexiones.
Por más vidas lentas!